Saludos aventurer@s, esta semana os traigo una nueva entrega de Barzin Mjordinsson. Al igual que hice la semana pasada y creo que es una buena idea, comenzaremos con un breve resumen de la anterior entrega para que os refresque la memoria:
Tras decidirse a acudir a la reunión con el misterioso encapuchado, Barzin se preparó por si era una trampa. Para su sorpresa, el encapuchado resultó ser un halfling que le estaba buscando, pero mientras estaban en la confusión del momento, un espectro se materializó y les hizo huir. Viendo que su única alternativa era ésa, se lanzaron por un precipicio...
PREDESTINADO
Quizás fue el poco tiempo de reacción que tuvieron, o
quizás fue lo que vieron más claro, pero el hecho es que el Enano y el Halfling
saltaron con todas sus fuerzas por el precipicio. Al fondo había un lago donde
se derramaba una cascada, pero la altura hasta él era de al menos cuarenta
metros. Los dos se irguieron cuanto pudieron en el aire para entrar al agua de
pie, pero aun así eran conscientes de que la caída iba a doler:
— ¡Le
hemos despistado, mediano! — gritó Barzin a voz en cuello. — ¡Ahora hay que
preocuparse de salir vivos de esto! ¡Ja, ja, ja! — Barzin se reía a carcajadas.
Al Enano siempre le divertía la idea de enfrentarse con la muerte.
Barzin parecía disfrutar con
la situación, pero al Halfling por poco se le sale el corazón por la boca de
tanto gritar. Tan sólo él parecía preocupado por lo que les pudiera ocurrir,
porque Barzin seguía riendo y disfrutando. La superficie del agua se acercaba a
toda velocidad, así que se irguieron y entraron en una gran zambullida. Barzin Mjordinsson
entró al agua limpiamente y bajó varios metros de profundidad, pero de pronto
una corriente espantosa le recorrió todo el cuerpo y le hizo gritar de dolor; el
Enano no sabía de medicina, pero era obvio que se había hecho mucho daño en la
pierna derecha. Subió a la superficie para respirar por fin y salió gritando
como un poseso. Con las fuerzas de sus brazos comenzó a nadar hacia la orilla,
a la vez que vio cómo el Halfling salía con dificultad a tierra. Le gritó al
Enano entrecortadamente:
—
¿Está bien, Maese Enano? Voy a buscarle — le dijo educadamente y se dispuso a
entrar al agua de nuevo a buscarle.
— Aparta... — dijo jadeando, y le entró agua en la boca.
— ¡Apártate! No necesito ayuda. — Y Barzin salió a la orilla por su propio pie,
pero medio ahogado y cayéndole lágrimas por el dolor de la pierna.
— Déjeme que le ayude, esa pierna no tiene buen aspecto —
le dijo el Halfling con amabilidad.
— ¡He dicho que no, joder! ¡No necesito la ayuda de
nadie! — bramó Barzin con una furia desmedida.
El Enano fue cojeando hasta
una roca en la que se sentó y comenzó a musitar en un tono incomprensible. Se
quitó el casco y se escurrió la barba rojiza, la cual estaba cargada de agua,
se quitó la coraza y todas las armas. Miró con detenimiento la pistola, la volcó
dos veces y salió agua a chorros:
— Que
me joda un golnash — dijo Barzin en un tono ausente. — También se me ha jodido
la pistola.
El Halfling miraba asombrado a
Barzin por su actitud: acababan de tener un encuentro con un ser espectral del
que habían escapado a duras penas, y sólo para lanzarse por un precipicio sin
saber a ciencia cierta lo que había en el fondo. Y por si fuera poco se había
roto una pierna, y tan sólo le preocupaba la pistola, que se había mojado:
—
Maese Enano, me temo que debo insistir en ayudarle. Seguro que tiene la pierna
rota — dijo amablemente.
— ¡Déjame en paz de una puta vez! ¡No me conoces de nada!
¡Y todo esto es por tu culpa! — Barzin estaba fuera de sí. — Y deja de llamarme
así, yo no soy ningún Maese.
— Si os llamo así es porque no conozco vuestro nombre.
Pero de buena educación es dar el nombre antes de pedir el de otro. — El
Halfling hizo una reverencia — Soy Gunter Hernschid, a vuestro servicio.
— ¿Y qué cojones se te ha perdido por aquí, Gunter
Hernschid? Vuelve a tu casa y déjame en paz, imbécil — dijo Barzin con un
ademán despectivo.
— ¡Ya está bien! ¡Mi buen señor, habéis agotado mi
paciencia! — el Halfling se puso rojo de furia. Barzin lo miró confuso.
— ¿Pero por qué hablas así? ¿Te crees que estás en la
corte de un rey? Esto es el Norte Salvaje. Aquí no hay lugar para amanerados,
sólo los fuertes sobreviven, ¡sólo los fuertes! — Barzin se levantó por la
indignación, pero se sentó rápidamente por el dolor de la pierna.
— Pues entonces le demostraré mi fuerza, señor mío — dijo
Gunter, y se dirigió con decisión hacia Barzin, el cual se aprestó porque no
conocía las intenciones del Halfling. Pero se arrodilló a los pies del Enano y
le puso una mano en la rodilla. Comenzó a recitar un salmo en voz baja y una
luz brillante brotó de su mano, sanando la pierna de Barzin, que miraba
estupefacto el milagro.
— ¿Me... me has curado la pierna? — Gunter asintió
sonriendo. — ¿Después de lo que te he dicho? — el Halfling volvió a asentir. —
¿Por qué?
— Porque tienes buen corazón, Enano.
— ¿Tú que sabrás cómo es mi corazón, idiota? — el tono de
Barzin desbordaba tristeza.
— Porque el Señor de la Luz no me habría enviado a buscar
a alguien malvado para que le ayudase — dijo con convicción Gunter.
— Siéntate, mediano — dijo Barzin ofreciéndole un hueco
en la roca —, y llámame Barzin Mjordinsson.
Los dos compañeros se
sentaron en la roca mientras digerían todo lo que les había ocurrido. Al final
concluyeron que lo mejor sería montar un campamento encendiendo una hoguera
para secarse y para cenar algo. La noche era fría y ellos estaban empapados,
así que fueron a por madera para encender, y cuando la hubieron reunido, Barzin
se dispuso a encender la hoguera, pero Gunter le detuvo:
— Dejadme
a mí, Barzin — y sacó de debajo de su túnica el símbolo que mostró al espectro,
lo llevaba colgado al cuello. Con él encendió el fuego.
— ¿Pero cómo lo haces? ¿Es Magia? — Barzin estaba asombrado.
— Es la bendición de mi Dios — le explicó Gunter. Barzin
no entendía. — Yo sirvo a Ildakkar, el Señor de la Luz. Es el Padre que cuida
de toda la vida de este mundo, y yo sirvo a sus designios, por eso vine a
buscarle desde muy lejos. Nuestro encuentro no fue casual, mi buen señor —
explicó Gunter.
— ¿Y qué puede querer tu Dios de un Enano borracho e
impío como yo? — le dijo el Enano.
— Eso yo no lo sé, pero jamás cuestiono sus designios, y
si me hizo buscarte sus razones tendrá — y Gunter sonrió.
Barzin cogió una rama que afiló a
modo de lanza y consiguió pescar dos buenas truchas que puso en un espeto en el
fuego y, mientras se cocinaban, estaba dispuesto a mostrar la deferencia que
Gunter merecía:
— ¿En
serio crees que yo tengo un buen corazón? Entonces te contaré mi historia —
dijo Barzin en tono prosaico, como el de un narrador.
— Para eso he recorrido más de tres mil leguas, señor
Barzin. Me honráis con vuestra gentileza — le agradeció Gunter.
— Pero primero deja de hablarme así, o escucharás la
historia con un ojo morado, ¿de acuerdo? — Barzin fue tajante.
— Disculpa, no lo haré más — el Halfling posó la mirada
en la hoguera.
— Pues todo comienza como en todas las historias, con
alguien tratando de ser más de lo que realmente es — comenzó el Enano con
solemnidad. — Yo soy Barzin, hijo de Mjordin, tercer hijo de la Casa Tobruk,
afamados guerreros en la élite del Reino Subterráneo. Como tercer hijo, mis
aspiraciones sólo quedarían en convertirme en capitán de algún noble de alta
alcurnia, sin derechos de herencia sobre mis hermanos, aun siendo el más
diestro y valiente en el combate de los tres — se notaba que Barzin estaba molesto
con esas afirmaciones, pero continuó — Pero a lo que íbamos... Mis sueños se
centraban en llegar a ser un guerrero legendario del que se cantaran baladas
durante mil años después de mi muerte, y la única manera era realizar una
proeza de tal calibre que ni siquiera los Ancianos se atrevieran a plantearse.
Y fue entonces cuando me encerré en el Archivo en busca de dicha proeza, lo que
conseguí después de dos meses de empollar libros y libros de Historia Enana.
— Pues fíjese que no le veo estudiando — dijo inocente
Gunter. Barzin le fulminó con la mirada.
— Cállate que me interrumpes. — Barzin se aclaró la voz y
prosiguió — Durante los dos meses que estuve encerrado con los libros, la
guerra se llevó a mi hermano mayor, lo que me hizo tomarme la búsqueda como un
homenaje a él. Y entonces encontré lo que andaba buscando: el Hacha del
Sagrario. Di con el mapa que me llevaría hasta ella, y ahora sólo necesitaba
una Compañía para realizar la búsqueda. Mi hermano Sigin fue el primero en
querer unirse, y yo lo acepté de buen grado, y sólo hicieron falta sesenta
piezas de oro y una semana para estar listos para marchar con otros siete
compañeros.
— Pues a mí no me parece que haya nada malo, sólo un
joven con ansias de gloria — Gunter se mostró comprensivo.
— La parte triste viene ahora — A Barzin se le quebró la
voz, bajó la mirada al suelo con rapidez, pero eso no impidió que Gunter viera
cómo las lágrimas brotaban del rostro de Barzin. — Nos pusimos en camino sin
percances y en un mes llegamos al lugar donde reposaba el arma — ya parecía que
Barzin se recomponía porque alzó la vista otra vez. — Era una cripta muy
antigua, pero todo parecía estar muy bien conservado. En el centro de la
estancia había un túmulo, y encima de él, se encontraba esto — y Barzin sacó su
hacha. — Esto fue la causa de todo. Una voz comenzó a susurrar en mi cabeza,
preguntándome si yo quería el hacha, y yo contesté sin pensar. — Barzin arrojó
el hacha al suelo con desprecio y se llevó las manos a la cabeza. Gunter
comprendió que el Enano estaba sufriendo mucho.
— No es necesario que continuéis, no os sintáis obligado,
Barzin — dijo Gunter bondadosamente.
— No te preocupes, la única manera de sanar una herida es
descubrirla y limpiarla bien. — Después de tomar aire y lanzar un suspiro,
estaba listo para terminar la historia. — Al decir que sí se debieron activar
las antiguas custodias que el arma tuviera y escuché los gritos de terror de
siete de mis compañeros, al darme la vuelta, vi que unos vientos púrpuras los
envolvían y levantaban en el aire. Fue una escena dantesca ver cómo la vida se
les escapaba, mientras se secaban literalmente. Una vez que no fueron nada más
que cascarones secos, cayeron al suelo con un ruido sordo y se deshicieron en
el aire de la caverna; sólo mi hermano y yo seguíamos con vida. Luego los
vientos se arremolinaron encima del hacha y se concentraron en una esfera que,
una vez concentró todos esos vientos, adquirió la forma de una mujer espectral,
de ojos como rubíes y dientes como cuchillos. — El Halfling comprendió al
instante lo que ocurría.
— ¡¿El espectro de la colina?! Por eso te conocía —
Gunter estaba absorto.
— Así es, pero no te dejes engañar por su aspecto: no es
una mujer, ni siquiera un espectro... Es un demonio — Barzin traslucía cierto
nerviosismo al decir esa palabra.
— ¿Y qué es lo que le debes? Jamás se debe hacer un trato
con un demonio, Barzin — Gunter estaba visiblemente enfadado.
— No sabía lo que hacía. Este maldito arma me ha costado
mucho más de lo que estaba dispuesto a entregar — Barzin miró el hacha con
desprecio y asco.
— ¿Y cuál fue el precio a pagar, Barzin? — preguntó
ansioso el Halfling, pero Barzin estaba petrificado, no movía ni un músculo. —
Decidme, ¿qué pagasteis por ese arma, Enano?
Barzin no
dijo ni una sola palabra, pero en un abrir y cerrar de ojos le miró con la cara
desencajada por el miedo y le dio un empujón que lo lanzó de espaldas un par de
metros. Una flecha se fue a clavar en el suelo en el punto exacto donde antes
estaba Gunter:
— ¡Mediano!
¡Ven aquí ya! ¡Mueve el culo! — Barzin había saltado detrás de la roca.
Gunter se incorporó como pudo y una
flecha más se clavó donde estuviera su pecho, pero también la esquivó. Corrió
con todas sus fuerzas y, de un salto, apareció detrás de la roca junto a
Barzin:
—
Desde luego que tienes una flor en el culo, jodido mediano — dijo Barzin dando
una palmada en la espalda a Gunter.
— ¡¿Pero quién nos ataca?! Tenéis muchos enemigos, Maese
Enano — Gunter estaba dominado por el miedo, con el sudor corriendo por su cara.
— Vamos a ver, mediano. Sólo tenemos dos opciones:
podemos huir o podemos plantarle cara — dijo Barzin totalmente convencido de la
sensatez de sus argumentos.
— ¡Estás loco! Tiene un arco y está al amparo de la
oscuridad — Gunter estaba desesperado.
— Podemos correr hacia el bosque, que no queda muy lejos,
pero si es diestro nos puede acertar — le dijo Barzin sin mucho convencimiento.
Era obvio lo que el Enano prefería.
— ¿Pero cómo pretendes acabar con él? — Gunter se estaba
dejando arrastrar por el Enano.
— Tengo mi escudo y puedo coger el hacha. Si me acerco
hasta él, ese cabrón es hombre muerto — Barzin ya estaba emocionado ante la
idea de pelear.
— Pero sabe dónde estamos, no tenemos ninguna opción de
ganar — Gunter no quería luchar.
— Él tendrá un arco, pero tú me tienes a mí, chiquitín —
Barzin sonrió con confianza...
¿Se quedará Gunter a pelear con Barzin, o escapará al bosque para pensar mejor en un plan?
Barzin es un enano fiero por fuera pero me parece ver que cierta nobleza en él. Me gustó la historia. Veremos que deciden las votaciones y como lo lleva tu pluma para la siguiente entrega.
ResponderEliminarFeliz semana Javier.
Como suelen decir, a veces las apariencias engañan. Barzin tiene su corazoncito, pero es reacio a mostrarlo. Sin duda más adelante sabréis todo de él. Muchas gracias por tu comentario Alejandra.
ResponderEliminarEmocionante Javi,como no,yo creo que van a luchar los dos amigos,codo a codo.
ResponderEliminarEsperaremos las votaciones...
Me apunto tu voto, Jesús. La cosa no puede estar más igualada porque con tu voto gana la primera opción por un sólo voto de diferencia, aunque aún queda mucha semana. Me alegro mucho de que te guste, amigo. Un saludo.
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