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1 de noviembre de 2015

Quinta entrega de la Saga del Enano Errante

     Saludos aventure@s después de dos semanas de inactividad. He tenido un viaje y me quedé sin Internet en casa por lo que no pude ni siquiera preparar el parón, pero sí que os tengo preparada la nueva entrega de Barzin ajustándome a la votación. En este aspecto debo decir que a través de Google+ ha funcionado mucho mejor de lo que me esperaba y he visto que fue una decisión muy acertada implementar la votación allí también. En una votación emocionante al final se impuso la opción de que Gunter se quedara a luchar así que, con una pequeña introducción al igual que la anterior entrega, aquí os dejo la nueva entrega de Barzin Mjordinsson para que la disfrutéis:

     Después de escapar a duras penas saltando por la cascada montaron un campamento al pie de la laguna en la que habían caído, donde se secaron y comieron algo de pescado. Barzin y Gunter se sinceraron el uno con el otro, sacando a la luz el pasado del Enano y su relación con el demonio que los había atacado. Pero Gunter no era un inocente Halfling como parecía, sino que era un clérigo de un país lejano que había venido hasta aquí buscando a Barzin porque su Dios se lo había pedido en una visión, de modo que su encuentro no fue casual. Mientras se contaban su historia fueron atacados por un misterioso arquero que les atacó en la oscuridad de la noche y los puso contra las cuerdas...


DIFÍCILES DECISIONES

Barzin y Gunter se encontraban detrás de una roca, en lo profundo del bosque y a altas horas de la madrugada. Escucharon una flecha más rebotar contra la roca tras la que se escondían, y no pudieron evitar encogerse ante la idea de que esa flecha sería la que les acertaría. Un atacante invisible les hacía llover flechas y solamente sabían la dirección desde la que les disparaba, aunque el Enano estaba dispuesto a acabar con él. Barzin y Gunter se miraron el uno a otro con indecisión, pero fue el Enano el que tomó la determinación, y Gunter le siguió:
— Veamos, Gunter, ya te he dicho lo que había: o huyes o te quedas conmigo. Pero si vamos a luchar, no te separes y haz lo que te diga — se impuso Barzin.
— Ya te he dicho que estoy contigo, Barzin. Tú guía, que yo te sigo — dijo con entusiasmo Gunter, apoyándole la mano en el hombro al Enano.
— ¡Entonces vamos ya! — gritó Barzin sonriendo.
El Enano colocó al Halfling detrás de él y alzó el escudo todo lo que pudo, saltó la roca y Gunter la rodeó rápidamente para ponerse a cubierto. Corrieron un par de metros hasta que recogió su hacha y siguieron corriendo hacia el risco desde el que procedían las flechas, hasta el que aún quedaban unos cuarenta metros para llegar, y ya habían rebotado dos flechas contra el escudo desde que recogió el hacha; desde luego era un tirador experto, un fallo al acercarse podría costarles la vida:
— Este cabrón es muy bueno — espetó Barzin.
— Si salimos de ésta, recuérdame que te dé unas lecciones de modales, Enano. Resulta incómodo escuchar tantas palabras malsonantes — le reprobó el Halfling. — Para un rato está bien, pero me temo que escuchar estas groserías durante todo un día puede llegar a exasperarme.
— ¡Vete a la mierda con tus modales, Mediano! Tú has querido venir conmigo, y si no te gusta como soy, ya te puedes dar la vuelta — recriminó Barzin a su compañero. Y una flecha más golpeó en el escudo y los sobresaltó.
— Apretemos el paso, Enano — dijo Gunter acobardado, y empujó a Barzin.
El Enano cogió la indirecta y aceleró el paso encantado, estaba ansioso por trabarse en combate con aquel formidable arquero. Prosiguieron caminando a paso acelerado pero sin correr para no tropezar, y por fin llegaron hasta el risco donde se ocultaba el atacante desconocido. Había disparado nueve flechas y todas habían impactado en el escudo, pero cuando llegaron cerca del escondrijo, los disparos cesaron. Los compañeros se pusieron a inspeccionar los alrededores en busca del arquero:
— ¿Dónde se ha metido ese mierda? — Barzin estaba indignado. — ¡Sal de tu escondrijo, cabrón! ¡Da la cara!
— Deja de gritar, Enano. En silencio tenemos una oportunidad de atraparlo, y con tus gritos revelas nuestra posición — le regañó el Halfling.
— ¿Me vas a decir tú cómo debo luchar, canijo? — Barzin no daba crédito a lo que oía.
            El paraje era idóneo para esconderse: había unas rocas muy altas y arbustos esparcidos por todas partes en un área de veinte metros cuadrados, lo que facilitaba una cobertura excepcional para un tirador experto como el que buscaban. Los dos caminaban con extrema cautela mirando a ambos lados por si les emboscaban, cotejando la posibilidad incluso de que hubiera más de un atacante por la rapidez y certeza en sus disparos. Barzin le indicó con la mano a Gunter que se juntara a él e inspeccionaran juntos porque al separarse eran más vulnerables, sobre todo el Halfling, que sólo portaba una pequeña maza y su símbolo sagrado, que quizá no le sirviera de mucho contra un ataque físico:
— Si vamos juntos se lo pensará dos veces antes de atacar — le dijo Barzin a su amigo para tranquilizarle. — Ven conmigo, cogeremos a ese tipo por sorpresa y le machacaremos por el mal rato que nos ha hecho pasar.
— Espero que sí, amigo — pero Gunter estaba tremendamente nervioso. Nunca se había enfrentado a la muerte tan de cerca. Curiosamente, le daba más miedo este arquero que cualquier demonio o espectro del Abismo.
— Ahora te necesito conmigo y concentrado, ¿vale? — le dijo Barzin.
— Cuenta conmigo — respondió Gunter confiado.
— Pues vamos allá. El tipo se ha tomado muchas molestias para que vengamos a por él, no le hagamos esperar más — Barzin disfrutó esas palabras.
Caminaron hacia un risco muy alto que consideraron que podría ser el escondrijo del atacante y se acercaron en silencio, con las armas en alto y dispuestos a atacar. Se acercaron al borde y, de un salto, se plantaron donde esperaban encontrar a su enemigo, pero no había nadie. Los dos se miraron sorprendidos, el tipo se había esfumado, pues no aparecía por ninguna parte después de registrar toda el área:
— No sé dónde se ha metido ese tipo pero creo que se ha ido, y nosotros deberíamos hacer lo mismo, ahora que la cosa está tranquila — recomendó Gunter con ganas de marcharse de allí.
— Si le dejamos marchar puede atacarnos de nuevo cuando bajemos la guardia, y entonces a lo mejor no tendremos tanta suerte. Con su puntería nos dejará hechos un coladero — Barzin no estaba de acuerdo.
— Pero Barzin, si nos quisiera atacar ya ha tenido cien oportunidades para hacerlo. Se ha ido, e insisto en que también lo hagamos nosotros. La noche no es segura — Gunter se estaba poniendo nervioso otra vez.
— Está bien. Ve tú delante, que yo te sigo — cedió el Enano.
            Los dos se marcharon en dirección a la laguna en la que habían caído, donde se prepararían de nuevo para buscar la carretera que les llevara a otro pueblo en el cual reabastecerse. Cuando Gunter se hubo alejado unos cuantos metros, Barzin se dio la vuelta para seguir buscando al agresor, no le iba a dejar marchar así como así. Y en el momento en que se acercó a inspeccionar de nuevo el risco que les había parecido sospechoso al principio, un golpe terrible le llegó desde arriba. Al recobrar el sentido, se vio en el suelo y con una Elfa de cabellos largos negros y con ropajes verdes apuntándole con su arco en una actitud muy poco amistosa:
— Mueve un solo músculo y te agujereo la frente, mascapiedras — la voz de la Elfa era armoniosa, como si cantara, y su belleza era aterradoramente embelesadora. Su aspecto era el de un furioso ángel de venganza.
— Kolgriden sabe que no me gustan los Elfos, pero quiero saber cuál es el delito que hemos cometido para que nos quieras muertos, nosotros no te hemos hecho nada — preguntó Barzin.
— Las preguntas las hago yo, mascapiedras, y agradece que te deje hablar en vez de acabar con tu miserable vida — Su rostro era una máscara de mármol.
— Te voy a pedir que dejes de llamarme así. Si me dejas, me pondré de pie sin hacer ninguna tontería y quiero que me contestes por qué nos has atacado, por favor — Barzin puso las manos en alto sin soltar sus armas por si acaso. Ella asintió y él se puso de pie lentamente.
— Vengo siguiendo a un grupo de individuos peligrosos que merodean por las cercanías, han estado secuestrando gente desde hace unas semanas y lo que dicen que les hacen me ha hecho salir a cazarlos. Llevo dos días siguiéndolos y pensaba que vosotros formabais parte de esa banda — le informó la Elfa.
— Nosotros somos nuevos por estos parajes, veníamos huyendo de... un viejo conocido mío, y saltamos por la cascada. Cuando nos estábamos secando nos atacaste, y hasta aquí — se explicó Barzin. La Elfa bajó el arco.
— Me alegro de no haberos alcanzado. Pero, ¿dónde está tu amigo? — la Elfa estaba intrigada.
            Barzin se giró y no vio a Gunter, y al no verle se puso muy nervioso, y la Elfa se preocupó también. Ambos aprestaron sus armas y comenzaron a llamar a gritos al Halfling, buscando por todas partes al desaparecido. No avanzaron mucho hasta que vieron movimiento en unos arbustos y se lanzaron a la carrera. De los arbustos salieron a recibirles cuatro hombres muy altos envueltos en túnicas púrpuras armados con hoces de mano prestas para derramar su sangre, y Barzin y la Elfa se colocaron en postura de combate. Sin que se dieran cuenta, tres individuos se situaron a sus espaldas, y uno les habló:
— ¡Qué curioso! Un Enano, un Halfling y una Elfa solos a estas horas. Vuestros padres estarán preocupados... — dijo uno de los que estaban a sus espaldas.
            Barzin y la Elfa se giraron y descubrieron con horror que el que había hablado tenía atrapado a Gunter y tenía puesta la hoz sobre su cuello, sonriendo perversamente. Se quedaron paralizados por ver al Halfling completamente a la merced de esos psicópatas, su vida estaba en sus manos. El que amenazaba a Gunter habló de nuevo:
— Muy bien, ésta es una grata sorpresa. Tú ya llevas demasiado interfiriendo en nuestros asuntos — dijo señalando con la cabeza a la Elfa —, pero se acabó. Y a vosotros no os esperábamos, pero sois bien recibidos. La Oscuridad siempre está hambrienta, y se sentirá satisfecha si recibe a tres víctimas en vez de a una — su cara se torcía en una mueca horrible que pretendía ser una sonrisa, pero más bien le daba el aspecto de un desquiciado.
— No le hagas daño, sólo es un Mediano. Bien sabes que no valen nada. Suéltale y nos iremos de aquí sin hacer ruido, y por supuesto no les diremos nada a nadie de que estáis por aquí — dijo Barzin con el hacha y el escudo en alto.
— Ya os he dicho que los tres seréis entregados a la Oscuridad, no hay escapatoria posible — el sectario seguía sonriendo maléficamente.
— Por favor, no le hagáis daño... — el tono de Barzin se convertía en una súplica según articulaba las palabras. Las lágrimas comenzaban a asomar a su rostro.
— Tranquilízate, Enano. Hazme caso y salvaré a tu amigo — le susurró la Elfa, pero Barzin no le oía. Sólo veía a Gunter en peligro y la sonrisa diabólica que tenía ese maniático, que ahora reía a carcajadas.
— No te preocupes por mí, amigo. Salvaos vosotros — dijo Gunter sonriendo.
— No le hagas daño, por favor, ¡no le hagas daño! — gritó Barzin.
— ¡Cálmate de una vez! Si me sigues ahora, podemos tratar de liberarle, sino, nos entregamos y tratamos de ganar tiempo. Pero mantén la cabeza fría y decide, pero no tardes mucho porque estos tipos van en serio... — le dijo la Elfa con toda la calma que pudo aparentar.
            Los tres compañeros improvisados estaban a merced de esos sectarios, unos lunáticos sedientos de sangre que les superaban en número y todo dependía de la decisión que Barzin tomara en ese momento...

3 comentarios:

  1. Barzin deberia acabar con esos mamones.
    Se pone interesante,amigo.

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    1. Me apunto tu voto Jesús, y me alegra que sigas semana tras semana las aventuras del Enano. Muchas gracias

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  2. Yo me iría con la elfa y fríamente decidiría qué hacer pero creo que un enano no tomaría esa decisión¡¡
    Genial¡¡ sólo leer el relato me he enganchado de lleno¡¡ gracias¡¡¡

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