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20 de septiembre de 2015

Tercer capítulo de Barzin Mjordinsson

Saludos una semana más, aventurer@s. Aquí está el tercer relato de nuestro Enano más pendenciero de todo Valkryd. Como ya os avisé hace unos días, tendréis que elegir vuestra continuación a través de vuestros comentarios, ya que así los lectores de formato web y móvil tendréis acceso. Antes de dejaros con la nueva entrega, haremos un breve resumen de lo acontecido hasta ahora, para los que no hayan leído los anteriores capítulos, aunque los tienen disponibles en la Biblioteca de Inmaterium.
Barzin Mjordinsson es un Enano que pertenece a una compañía expedicionaria que, sin saber cómo, se levanta una mañana acampado en las montañas y todos sus compañeros han desaparecido. Cuando comienza a buscarles le ataca un trol, al que elimina sin grandes dificultades debido a sus habilidades de combate. Para recabar información decide bajar a una aldea en el valle para investigar la qué les pudo ocurrir a sus compañeros. Al llegar a la taberna y después de una primera inspección, le ataca un demonio y, al tratar de defenderse, se da cuenta de que era una ilusión. Recibe una paliza de los lugareños y, después de vengarse de ellos, decide marcharse de la aldea cuando ya está anocheciendo. Pero se da cuenta de que un encapuchado le está esperando a la salida del pueblo, y sin decir ni una palabra más, le cita en una colina cercana dentro de dos horas. Barzin Mjordinsson acudirá a la cita, y le sacará toda la información que pueda al desconocido...




REUNIÓN A MEDIANOCHE

       Estuvo deliberando durante toda una hora sentado en una piedra sobre si debía o no acudir a la reunión con aquel desconocido. No sabía cómo pero ese tipo se había enterado de lo de sus compañeros: quizá le había estado espiando mientras estuvo en la taberna, o a lo mejor estaba implicado en el secuestro, porque a estas alturas sólo cabía pensar que eso era lo que les había ocurrido al Capitán Gamin y a los demás. Pero eran guerreros veteranos que le darían una patada en el culo a un gigante, los que se los habían llevado desde luego que deberían ser terribles. Barzin Mjordinsson se estaba devanando los sesos intentando buscarle el sentido a esta absurda situación, y al final resolvió lo que haría:

— Voy a llegar hasta el final de esto, aunque tenga que remover la tierra hasta los cimientos. Y lo primero que haré será coger por el cuello a ese cabrón encapuchado y le sacaré la información a puñetazos si es necesario — dijo alzando el puño.

        Barzin se preparó hasta el último detalle de cómo iría a la cita, pues no sabía lo que le esperaba. Ese cabrón le estaba llevando a su terreno, pero por supuesto que no le cogería, al menos vivo. Barzin revisó todo el material: tenía dos hachas arrojadizas colgadas al cinto a la derecha, la pistola y la bolsa de munición a la izquierda; el hacha con runas colgada en la espalda y el escudo por encima de ella. No tenía alcohol, pero ya se ocuparía de ello en otra ocasión, ahora debía tener la cabeza despejada y poner todos sus sentidos en esta reunión. Sabía dónde se encontraba la Loma Desnuda: era una colina en medio de una llanura desprovista de árboles. Todos los alrededores estaban poblados de bosques excepto esa colina y sus aledaños, como si la tierra estuviera en contra de que creciese allí nada, los lugareños hablaban de aquella colina como un lugar que evitar, un lugar maldito. Pero a Barzin Mjordinsson no le preocupaba eso, él sí sabía lo que eran las maldiciones, los demonios y la verdadera oscuridad, los cuentos de los pueblerinos no le asustaban, así que se aseguró todo el material y se encaminó hacia el lugar de la reunión, pues ya casi era la hora. La noche ya estaba bien entrada, y era bien cerrada, la oscuridad era impenetrable en los lugares donde la tenue luz de la luna no alcanzaba. Los bosques de coníferas se alzaban imponentes como centinelas silenciosos, y Barzin trataba de escrutar entre ellos buscando algún enemigo emboscado. Cuando salió al claro que rodeaba la Loma Desnuda se tomó un segundo para respirar y pensar con detenimiento todos los detalles de su plan:

— Está bien, Barzin, ya estás aquí — trató de tranquilizarse a sí mismo. — Todo es muy raro, pero voy a llegar al final de este asunto. Cuando agarre a ese mierda encapuchado le voy a dar de puñetazos hasta que le duela a su abuela. Ese cabrón me va a contar todo — Barzin apretó los puños y se encaminó con paso firme hasta la cima pelada.

Llegó arriba en poco tiempo, pues la Loma apenas tenía unos veinte metros de altitud, y el encapuchado ya le estaba esperando allí erguido en la oscuridad. Barzin se adelantó, pues no daría la impresión de estar nervioso:

— Muy bien, ya estoy aquí. Suelta lo que tengas que decir — dijo en tono tajante el Enano.
— Veo que las leyendas son ciertas. La cortesía no es una virtud de tu pueblo, Maese Enano — dijo el encapuchado.
— Me importa una mierda lo que puedas pensar, canijo. Yo estoy aquí por mis hombres, así que habla. También habrás oído que no es sabio hacerle perder el tiempo a un Enano, y menos a uno que tiene un arsenal como éste — y él abrió los brazos mostrando todas las armas que tenía, aunque en la oscuridad difícilmente se podía ver nada.
— No es muy acertado que me llames canijo cuando nuestra altura es similar, Enano — el encapuchado pretendía ser hiriente. Barzin se enfadó.
— Si me has hecho venir para reírte de mí te vas a arrepentir. Escupe lo que sepas de mis hombres o lo que vas a escupir son tus putos dientes — Barzin se encaminó decidido a romperle la cara al encapuchado.
— ¡Silencio! — El encapuchado alzó la mano tratando de detener a Barzin, pero el torbellino de ira ya se estaba apoderando de él.
— ¡Hijo de puta! ¿Te crees que te vas a librar? Te voy a dar un puñetazo que tu cabeza va a aparecer en medio del océano — Barzin estaba fuera de sí.
— ¡Cállate, imbécil! — El encapuchado hablaba en serio. — Ya están aquí.

       El encapuchado apartó a Barzin y se echó mano a un bolsillo dentro de su túnica, presto para la acción aunque Barzin no sabía exactamente para qué. Barzin echó mano del escudo y el hacha y se aprestó a la lucha, aunque aún no sabía quién era su adversario. De pronto comenzó a notar que la oscuridad se arremolinaba en torno a ellos dos, y un frío de muerte empezó a concentrarse en aquel lugar, y en ese punto comprendió lo que ocurría:

— Así que erais vosotros... — Barzin tomó una postura de combate, se relamió y sonrió perversamente. — Venid aquí, bastardos.

       La oscuridad comenzó a concentrarse en un núcleo flotante en la misma cima de la colina, palpitando y crepitando con una luz mortecina de tonos purpúreos brillantes. El Enano y el encapuchado lo miraban inmóviles y prestos a responder a cualquier amenaza que pudiera proceder de ese extraño orbe. De pronto comenzaron a escucharse unas voces siniestras y ululantes, cargadas de mil matices que hacían parecer como si fueran mil voces dentro de una:

— Asesino — susurró una voz de mujer.
— Traidor a la sangre — esta vez sonó como un anciano.
— Debes pagar... La deuda debe ser saldada — la voz ahora era grave y gutural.
— Maese Enano, ¿se dirige a usted? —  preguntó el encapuchado.
— ¿A ti qué te parece, estúpido? De los dos, ¿quién es el héroe de leyendas aficionado al alcohol y a la muerte? — dijo Barzin burlándose del encapuchado.
— No es momento de bromas, insensato. Prepárese para luchar — le advirtió al Enano señalando con la cabeza a la oscuridad fluctuante.
— Entonces dejémonos de gilipolleces y vamos a lo que nos interesa — se giró hacia la oscuridad. — A enviar bastardos al infierno. ¡Yaaaaaaargh!

            Barzin Mjordinsson se abalanzó enarbolando el hacha rúnica y gritando como un poseso hacia el orbe oscuro. Cuando ya lo tenía al alcance echó todo el peso del cuerpo hacia atrás para descargar un hachazo con toda su fuerza. El hacha trazó un arco que dejó una estela verdosa en el cielo nocturno, dirigido hacia el orbe, pero en el momento en que impactó con su superficie púrpura, una enorme explosión con su consecuente onda expansiva inundó la noche. Barzin cayó repelido varios metros hacia atrás y aterrizó de espaldas atónito, y el encapuchado se cubrió con un símbolo dorado que alzaba con su mano izquierda. La oscuridad acabó tomando forma: una mujer flotante con un vestido ajado y desgastado por el tiempo, con el pelo ondeante como si estuviera sumergida dentro del agua; pero por sobre todas las cosas destacaba su rostro, con ojos rojos como rubíes ardientes y dientes afilados como dagas que mostraba en una sonrisa diabólica. Barzin ya la había visto antes:

— Barzin Mjordinsson, lo que se pide se ha de pagar — le dijo la mujer espectral al Enano.
— Si tienes cojones, ¡ven a buscarlo! — amenazó el Enano.
— Maese Enano, venga junto a mí. Este amuleto nos protegerá del Mal — le dijo el encapuchado, que se descubrió y reveló ser un mediano de rostro angelical y de cabellos rubios como el sol.
— ¡Un puto halfling! Kolgriden, ¿qué más desdichas tienes para mí? — Barzin no se lo podía creer.
— Llevas mucho tiempo huyendo, pero ya te dije que nunca ibas a escapar de mí, Sangre Oscura — le dijo el espectro. Barzin se puso al lado del halfling.
— Si tienes algún truco más en la manga, creo que éste es el momento de que lo uses — le dijo el Enano.
— Yo no uso trucos, no soy ningún feriante — respondió indignado el halfling.
— Entonces tengo dos palabras para ti: ¡Corre, gilipollas! — gritó Barzin, y los dos comenzaron a correr despavoridos a través de las coníferas.

            Corrían tan rápido como sus piernas les permitían, esquivando árboles, rocas y desniveles, con el espectro detrás lanzando alaridos que desgarraban la noche oscura. Apenas podían ver por dónde iban debido a la oscuridad y a la velocidad a la que corrían. Quizá fue demasiado tarde cuando vieron que se encaminaban directos hacia un precipicio, pero sí que vieron claramente las dos posibilidades que se les abrían: torcer unos cuarenta grados su carrera y descender por una cuesta empinada, o arrojarse por el precipicio saltando. Había un estruendo como de agua precipitándose, así que quizás hubiera una cascada en el fondo del barranco. Ninguna de las dos opciones era segura pero, teniendo un engendro del infierno corriendo a sus espaldas, debían elegir: correr desenfrenadamente por una ladera pedregosa, o saltar por el precipicio...

4 comentarios:

  1. Al precipicio con ellos.

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    1. Pues veamos qué les espera al fondo del barranco. Muchas gracias por votar.

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  2. Hay emoción en este episodio. Muy buena la trama.
    Saludos Javier.

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    1. Me alegro de que te guste Alejandra. El cuarto capítulo está disponible ya y descubriréis más del pasado de Barzin. Gracias por tu comentario.

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